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Acuarela: Higorca Gómez |
¿De dónde habían salido aquellos
indios? Nadie lo sabía pero allí en aquel lugar de las Alpujarras granadinas
estaban.
Sentada en una piedra junto a
ellos escuchaba ensimismada la historia de su vida. Como tantas otras vidas, pero
está me apasionaba.
Miraba a mi alrededor y todo aquel paisaje me
extrañaba ¿qué estaba pasando? ¿Quizás soñaba? Yo les veía, los tocaba y hasta
oía todo lo que ellos me explicaban.
Seguí preguntando el porqué de su estancia en
aquel lugar tan distante de su tierra. De las montañas californianas, o de
algún otro lugar de América.
Me invitaron a entrar dentro de su tipi (tienda)
no hacía frío, tampoco calor. Era acogedor aquel habitáculo hecho por ellos
mismos. Sirvieron una mezcla de hierbas en infusión. Fuera el tiempo estaba
frío y aquella taza caliente daba la entonación necesaria a todo el cuerpo.
Mientras los niños jugaban fuera, ellos iban
contando un poco de su atribulada vida.
Llego el hombre blanco y toda la paz que
ellos tenían se perdió. Les quitaron todo: su tierra, su cultura, y toda su
vida. Siempre les culparon de todo lo malo.
Se decía de ellos que se quedaban con niños,
o con mujeres y las retenían, las maltrataban, les cortaban la cabellera y
luego las mataban ¿sería todo verdad? ¿O nos lo hicieron creer en tantas películas?
Eso es lo que se ha escrito siempre de ellos.
Ahora al verlos aquí en el patio de una casa de un pequeño pueblo granadino dónde
les han dejado montar su tipi. Me he dado cuenta de muchas cosas. Sobre todo de
lo crueles que podemos ser con aquellos que son distintos a nosotros.
Distinta su piel, su rostro, pero… ¿nos hemos
parado a pensar en cómo son por dentro, en su interior?
Iban vestidos con el traje típico de su
tribu, en la cabeza una pluma sujeta con una cinta de bonitos colores. El
marido miraba con ternura a su mujer. De sus ojos salían los destellos del
hombre enamorado. Creo que ellos pensaban que estaban al otro lado del mar, en
su tierra. El lugar que les vio nacer.
Procedían de California, venían de la tribu Yurok.
Eran muy buenos alfareros. También a ellos les enseñaron el oficio. Ahora en
este bello rincón era muy importante saber ese tipo de trabajo, con ello podían
vivir muy bien. Querían que sus hijos creciesen sin perder nunca sus raíces, fuesen
otra clase de personas. Pero al mismo tiempo que no tuvieran que sufrir tanto
como lo hicieron ellos, allá en el otro lado del océano.
Ella era hija del jefe Yurok. Era una
muchacha muy bella. Todavía se dejaba ver su piel fina, y sus labios rojos, su
largo cabello negro recogido en dos trenzas y una cinta de llamativos colores
sujetando unas plumas, como adorno a tanta belleza.
Emigraron a España pensando un mundo mejor
para sus hijos. Quizás en una libertad que en Estados Unidos no tenían ¿Por qué
pensaron eso?
Gracias a unas personas que les tendieron la
mano y les dejaron ese trozo de tierra para poder enclavar algo tan suyo como
era esa forma de vivir. Era lo mejor para ellos. Para ellos y sus hijos,
despacio les iban explicando cómo era la vida en una pradera de California en
otros tiempos.
Me impacto su historia, su forma de vivir y
de enseñar a esos pequeños parte de su cultura.
Higorca
3 comentarios:
¡Que alegría volver a leerte!. Señal de que todo va mucho mejor, de que has vuelto a estar con nosotros.
Supongo que ya estás en tu tierra y descansando, hasta ponerte bien fuerte.
Un abrazo muy neerectifuerte
¡Buena y bien escrita historia! Preciosa ilustración...
Abrazo tus letras y acuarelas,
Manuel Mª
ja ja no sabía que había indios en Granada. Me encantó leerte. Besos
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